La historia silenciada de Estados Unidos by Oliver Stone & Peter Kuznick

La historia silenciada de Estados Unidos by Oliver Stone & Peter Kuznick

autor:Oliver Stone & Peter Kuznick [Stone, Oliver & Kuznick, Peter]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 2012-10-01T04:00:00+00:00


CAPÍTULO 9. NIXON Y KISSINGER. EL LOCO Y EL PSICÓPATA

Richard Nixon y Henry Kissinger dominaron su época como pocos hombres lo han hecho. Sus audaces iniciativas acercaron al mundo a la paz. Pero, asimismo, impulsaron políticas crueles y vengativas que empañaron cuanto habían logrado. Constituían una pareja tan improbable como se haya visto jamás entre altos mandatarios de cualquier país. A Kissinger Nixon le parecía «un hombre muy raro […], desagradable […], nervioso […], artificial […]. Y aborrece conocer gente nueva». Le extrañaba que alguien tan solitario se hubiera hecho político: «La gente no le gusta», concluyó[1]. El jefe de gabinete de su gobierno, Bob Haldeman, que compartió muchas horas con él, dijo: «Nixon nunca me vio como persona. No me veía […] como ser humano […]. Es hoy, y no sabe cuántos hijos tengo, ni sabe nada de mi vida privada[2]».

Kissinger y Nixon en el fondo se despreciaban. Se peleaban sin cesar por ver quién se llevaría el mayor mérito. Kissinger menospreciaba a Nixon, lo llamaba «ese loco», «nuestro borracho amigo» y «cabeza de albóndiga». Pero en su presencia le lisonjeaba. Nixon llamaba a Kissinger su «chico judío» y «psicópata[3]». Pero el loco y el psicópata compartían la misma idea de Estados Unidos como líder del mundo. Woodrow Wilson había sido para Nixon «el mayor presidente del siglo» por tener «la visión más grandiosa del papel de Estados Unidos en la política internacional». Wilson proclamó que Estados Unidos habría de ser el salvador del mundo. Kissinger dijo: «La experiencia nos demuestra que tanto nosotros mismos como lo que hemos hecho tenemos una importancia universal, una relevancia que va más allá de las fronteras y abarca el bienestar de toda la humanidad. Estados Unidos no sería el mismo si no tuviera significado más allá de sí mismo. Por eso los norteamericanos siempre han visto su papel en el mundo como la manifestación externa de un estado de gracia interno[4]». Sin embargo, ni Kissinger ni Nixon comprendieron que el ejercicio del poder de Estados Unidos debía basarse en la honradez.

Lawrence Eagleburger, que colaboró estrechamente con Kissinger muchos años, observó: «Henry piensa en términos de balanza de poder. Cree profundamente en la estabilidad. Y son objetivos que no casan con la historia de Estados Unidos. Los norteamericanos […] persiguen un conjunto de principios morales. Henry no tiene una idea intrínseca del sistema político norteamericano y no parte de sus mismos valores y presunciones básicos[5]». A Nixon y a Kissinger les aguardaba un destino muy distinto. Nixon cayó por mezquino, venal, suspicaz y ambicioso. Kissinger, que tenía tantos defectos como él, obtuvo el premio Nobel de la Paz. Pero acusaciones muy feas y la amenaza de un proceso por crímenes de guerra lo perseguirían el resto de sus días.

El año 1968 fue uno de los más extraordinarios del siglo xx. Estados Unidos y el planeta entero bullían de energía. El cambio se palpaba. Unas elecciones cruciales enfrentaron al republicano Richard Nixon con el demócrata Hubert Humphrey, cuya imagen, desde su cargo de vicepresidente, había quedado mancillada por años de defensa obsequiosa de la política de Johnson en Vietnam.



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